lunes, septiembre 10, 2007

Carta

Me he decidido al fin, y heme aquí, escribiéndote esta carta. ¿Esperabas una súplica? ¿Un pedido de consuelo? ¿Una declaración de amor? Es ésta mi despedida. Un adiós firme que te besará y se perderá presto entre la silueta oscura de los barcos que recortan el horizonte. Logré desvanecer el hechizo que me hacía tu prisionera. Seguiré la senda del sol, hasta llegar al reino del más bello de los egipcios, el dios Ra, mi protector. Una gota de tu sangre nacerá cada día en mi pecho, y una mía llegará a tus labios cada noche como señal de un amor que muere...

Estoy aquí

Mi corazón late acelerado, mis ojos se cierran... me presiento, me siento, mientras imágenes dispersas en blanco y negro se desprenden de mi mente.

Son pantallazos de vida que queman mi ser. Siento las quemaduras del placer y las del dolor. Son recuerdos que hacen que mi cuerpo vibre. Recuerdos que hacen que mi corazón sangre. Recuerdos que exigen lágrimas. Recuerdos que no escatiman sonrisas. Recuerdos plenos de dulzura. Recuerdos absurdamente irreales.

Retazos de mi existencia que me envuelven, me confunden, me fascinan.

Y entre fulgores y halos de luz, todo comienza a colorearse, se conjugan los azules con los oro... brilla el rojo... se expande el verde... todo se ilumina... es el despertar. Soy yo... me he encontrado... estoy aquí.

lunes, agosto 06, 2007

Como el mar cuando está en calma

El saco, la corbata y los zapatos habían quedado tirados en el pasillo que conducía al baño. Sintió placer cuando se quitó las medias y sus pies desnudos se posaron sobre la fría cerámica. Era una manía; aguantar aunque se estuviese meando, hasta descalzarse, para mezclar el placer de vaciar su vejiga con ese frío alivio que recorría su cuerpo desde los pies. Dejó el pantalón en el perchero del dormitorio y en un gesto instintivo, antes de terminar de desabrocharse la camisa, encendió la radio; Vicentino interpretaba “por ese palpitar”, una versión distinta –más cálida para él- de la original de Sandro. El calzoncillo quedó tirado en el piso, le urgía meterse bajo la ducha reconfortante, luego de una jornada larga y asfixiante. Estaba saliendo del baño cuando oyó que Silvia abría la puerta. Escuchó los pasos de ella en la cocina, y el lloriqueo de “Manu”, demostrando la alegría que sentía por la llegada de su dueña. Se sonrió al escuchar el inconfundible sonido del rompenueces triturando la nuez que el pichicho recibía cada tarde como premio y los ladridos de contento de éste, impaciente por engullírsela. Ahora los pasos de Silvia se encaminaban hacia la habitación… Se abrazaron intensamente y sus bocas se rozaron en un beso leve. Se cruzaron las frases de rutina, un tanteo para ver qué tal estaba uno y el otro: qué tal tu día, cómo empezaste la semana, arreglaste el tema del auto, mirá que invité a Susy a cenar el viernes, hasta que los dos preguntaron a la vez ¿tomamos unos mates?... Se fueron riendo hasta la cocina. Ella puso el agua, él le puso la yerba al mate, ella sacó las galletitas María de la alacena, se chocaron en la heladera, nuevas risas; el sacó el frasco de la mermelada, ella el de dulce de leche. Tironearon del paquete de galletitas, para ver quien las untaba primero; las galletitas cayeron al piso desparramándose y Silvia cayó en los brazos de Juan. Se besaron una y otra vez, hasta que el silbido de la pava se tornó insoportable y los trajo a la realidad. Silvia apagó la hornalla y volvió a besar a Juan; hicieron el amor allí en la cocina mientras el sol que empezaba a ponerse allá en el horizonte dibujando extrañas sombras al colarse por entre las cortinas. Se entregaron al juego del amor, Silvia con cada caricia lograba sentir la música que brotaba de la piel de Juan, esa música que la embrujaba, como si proviniese de la lira de Orfeo; Juan recuperaba sus alas cuando poseía a Silvia, y su espíritu escapaba de ese pozo profundo y oscuro en el que solía esconderse, hasta llegar a la luna salpicando el cielo con su orgasmo de estrellas. La llevó en andas hasta la habitación, la tendió en la cama, se abrazaron. Al rato Juan pudo sentir su respiración mansa, se había dormido. Era una de las pocas veces que lamentaba ser ciego; no podía ver a su amada desnuda y dormitando como el mar cuando está en calma, luego de hacer el amor.
Octubre del 2003.

El exterminador y el poeta

Cuando los sensibles matices del invierno van quedando escondidos entre el verde destellante; entre la inigualable mezcla del jacarancá, el ceibo y el ibirapitá; que conjugan azulinos, rojos y amarillos, tiñendo con su pureza el horizonte y tendiéndonos mullidas alfombras de flores. Cuando el sol comienza a desnudar sus rayos más tempranito, y nos hace flotar en su calidez. Cuando las calles, otrora tan solitarias, se pueblan de vida, y la piel que languidecía tras los abrigos se nutre de luz. Cuando las manitos de los niños se aferran a las hamacas, y el canto de sus risas que anidaban tras las bufandas, reverbera en el aire, y nos hace cosquillas en el alma. Cuando la sabia natura nos regala la primavera, el joven poeta teme. Es tiempo de que el exterminador salga de su cueva. El exterminador, que ha estado guardado durante el invierno, en su frío cubículo, rumiando humedad y planeando la destrucción. El exterminador que metódico, pulcro y acicalado, sale a la calle con los planes ya trazados, buscando matar el arte espontáneo. El exterminador que no acepta cambios; duro, gris, patético, estúpido. Que busca formas y similitudes, que no aprecia la creatividad y la sencillez. Que un poemario no es tal, si el pobre poeta, no ha sido laureado. El exterminador que se agazapa dispuesto a matar, pleno de insensibilidad, al pobre poeta que disfruta del brote natural de sus versos; y los escribe sin más, con la belleza de la inocencia, con la fuerza de la libertad. Pero no. Eso no puede ser. Claro. Es que ellos no pueden ver más que el pasado. Ellos no pueden leer ni aceptar más que a los que la historia nombra, o a aquellos, que prolijos, los imitan. Ellos viven y se alimentan del ayer, y no se apartan jamás del modelo. Pero no saben que toda su crueldad, toda su aversión, toda su potente artillería, son vanas. Porque del otro lado de la calle, estamos aquéllos que amamos el arte, que odiamos los esquemas, que no permitiremos que la censura le corte las alas, a aquéllos sensibles seres que desean expresarse, a SU manera. Auténticos, instintivos, perceptivos.... dueños del arma más poderosa, que el exterminador no tendrá jamás: el futuro.

Setiembre de 1999

Una mañana gris

Esta mañana la ciudad era mecida por el viento; una gris mañana de verano en la city porteña. Unas gotas de agua, como escapando de la nubes, empezaron a caer brillantes sobre el asfalto. Era una lluvia mansa, acariciadora, delicioso su fresco contacto. La gente... que se expone constantemente a tanta miseria, abría sus paraguas o caminaba muy junto a los edificios, intentando guarecerse de una tímida lluviecita de verano. La misma gente que se expone diariamente a este mundo tan artificial, se refugia ahora ridículamente, de la natural caricia de la lluvia. Gente tan dispar, y todos actuando de la misma manera; hombres trajeados, deportistas, chicas jóvenes, mujeres tambaleándose en sus tacones, abuelitos con la bolsa del pan... Sólo unos pocos, no se escondían de la lluvia. Pero lo más triste es que tampoco la disfrutaban. Vendedores ambulantes, buscando afanosamente un comprador entre los coches, en medio de la avenida. Los chicos de la calle, muchos de ellos, pobrecitos, insensibles a mucho más que a unas gotas de lluvia, seguían sentados en el pasto de la plaza, con sus rostros inmutables. Ví un solo tipo, que alzaba su rostro hacia el cielo, y dejaba que las gotas mojaran su piel. Delante y tras el muchas personas formaban una extensa fila. Era notorio que esperaban por una entrevista de trabajo. Ahí dejé volar mi imaginación tratando de captar o al menos de imaginar cuáles serían los sueños de toda esta gente tan diferente que deambulaba por la ciudad en hora tan temprana. Los que aguardaban formando esa fila, seguramente anhelaban comenzar el año con la seguridad de un respaldo, con la tranquilidad de haber conseguido un trabajo. Ufff... eran tantos, y seguramente uno solo sería el afortunado. ¿Quizás el hombre que no le temía al contacto de la lluvia? ¿Quizás el más mezquino y egoísta? ¿El más o el menos necesitado? Vaya uno a saberlo. Los tipos trajeados.. con qué soñarían? Quizás con cambiar el auto, o concretar ese negocio que traen entre manos para costear unas vacaciones diferentes? Los deportistas, seguro tras el éxito, ganar algún campeonato, una copa más para el aparador...? Las chicas jóvenes... pensarían en encontrar el amor.. o sólo algún tipo con guita? Las que se tambaleaban sobre sus tacones, con miedo a despeinarse ya tendrían alguna cita para consultar por alguna plástica, es que .. con tanta competencia... Sería el miedo que ellos demostraban a la lluvia, lo que me prohibía sentirlos auténticos... y no poder inventar para ellos sueños menos superficiales? Por qué, sí podía ver distintos a los abuelitos con la bolsa del pan, a los vendedores ambulantes y los chicos de la calle? Será mi afán por proteger a los más débiles? Veía a los abuelitos abrazando a su primer bisnieto, a los vendedores besando a sus hijos al llegar a casa, a los chicos de la calle soñando con el afecto que nunca tuvieron ... y entre todos ellos siempre aparecía el rostro de ese hombre que se exponía a la caricia de la lluvia, diciéndome que no rehuyera a las utopías, que la magia está latente cada instante, que los sensibles no estarán entre los derrotados, ese hombre, al que identifiqué conmigo, quizás el culpable... de que escribiera este texto.


Miércoles 29 de Diciembre de 1999.

martes, julio 31, 2007

Voyeur

La música que regala el mar cuando copula con el viento enciende de pasión a la luna -constante voyeur- , que en su desenfreno confunde su silueta reflejada con un amor inalcanzable. El mar y el viento sucumben en un orgasmo de espuma, y la luna esconde su excitación tras las estrellas, llenando de nuevas luces la noche.

viernes, abril 27, 2007

Orgasmo

Ah
Ahhhh
Ahhhhhh
Ahhhhhhhh
Ahhhhhhhhhhh
Ahhhhhhhhhhhhhh
Ahhhhhhhhhhhhhhhh
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
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Traducción:

Envuelta en gemidos
incitada por el placer carnal
en un brillante estallido de amor y goce
el alma se separó de mí por un instante
arrastrando todo a su paso incluso,
algunas lágrimas…

Diciembre 2004

viernes, noviembre 10, 2006

Armándonos, amándonos




Una vez más presioné la tecla play, y otra vez, la voz del Nano girando y volatilizándose entre los espirales del humo de mi cigarrillo. Había magia en el ambiente. Esos días especiales en que gozás la soledad. Cuando volar no es una hazaña ni un deseo, sino simplemente un dejarse llevar en un vaivén de sorpresas conjugadas. Delirios que armonizan, gratamente distantes de la perfección; absurdos, incoherencias, desatinos.... tan fugaces como intensos, tan cercanos, tan realizables, tan sentidos. Un mare mágnum de quimeras que se desparrama sobre la cama. Me zambullo entre ellas buscándote. Entre las piezas de un rompecabezas encuentro tu boca, que me sonríe al verse descubierta. Más allá tu nariz haciendo muecas picarescas, tus pies fríos, tus manos frágiles... empiezo a darte forma, uniendo los fragmentos de tu ser, que cobran vida ante el hallazgo. Las ansias aumentan, la urgencia me quema, mientras encastro las piezas y me conmuevo ante el nacimiento de tus latidos. Ya estás casi completo; sólo una pieza en mi mano que se amolda perfecta en tu cuello... la coloco y allí te beso; ya sos vos, ya estás conmigo, abrazándonos, tendidos en la cama sobre las piezas dispares de cartulina, quimeras relegadas. Busco tu boca, y un temblor se apodera de mí. Me paralizo. Y entre la turbación, un dejo de lucidez, me hace notar como se despedaza suavemente mi cuerpo, y se entremezcla con las piezas muertas del rompecabezas. Mis ojos, que quedaron en el borde de la almohada, te observan, mientras siento tu agitación crecer persiguiendo los rastros de mi perfume. Un gemido silente escapa de mis labios, aún perdidos, al encajarse las dos primeras piezas. Y se sucedieron los gemidos, el placer y los orgasmos en cada encastre. Iba resurgiendo en tus manos, a fuego lento, y me regodeaba en el deleite de esta maravillosa, encantadora y nueva forma de hacer el amor...
P.D: Joan no ha dejado de cantar...
“Las manos del sueño
siempre traen un sueño
de la mano...”

Octubre del 2000

domingo, octubre 29, 2006

Joaquín Sabina


















“Peor para el sol”, que perdido “por el bulevar de los sueños rotos” no volverá hasta “las seis de la mañana”. El no ha sido testigo del vuelo de “esta noche contigo”, Joaquín. “Incluso en estos tiempos”, a pesar de haber escuchado “más de cien mentiras” me niego rotundamente a ingerir “pastillas para no soñar”. “Yo quiero ser una chica Almodovar” y “a la orilla de la chimenea” llenarte de “besos con sal”... Sólo “jugar por jugar”... pero mejor aún cuando “amor se llama el juego”.
“Y nos dieron las diez” y el público te aclamaba. Yo seguía soñando entre los “conductores suicidas”, entre alguna que otra escandalosa “Barbi Superstar”. “Y las once y las doce y la una”...y tu voz entonando “Una canción para la Magdalena”, que por un momento me transportó a “donde habita el olvido”. Salí del Luna Park queriendo cambiar esos tristes “siete crisantemos” por siete frescos jazmines; perderme esa “negra noche” en un “eclipse de mar", y no dejar de volar en medio del eco de los aplausos... durante “19 días y 500 noches”...
.“Y si amanece por fin”, escucharemos al pobre sol... tararear “la canción de las noches perdidas”.
Buenos Aires, Marzo del 2000.