lunes, agosto 06, 2007

Una mañana gris

Esta mañana la ciudad era mecida por el viento; una gris mañana de verano en la city porteña. Unas gotas de agua, como escapando de la nubes, empezaron a caer brillantes sobre el asfalto. Era una lluvia mansa, acariciadora, delicioso su fresco contacto. La gente... que se expone constantemente a tanta miseria, abría sus paraguas o caminaba muy junto a los edificios, intentando guarecerse de una tímida lluviecita de verano. La misma gente que se expone diariamente a este mundo tan artificial, se refugia ahora ridículamente, de la natural caricia de la lluvia. Gente tan dispar, y todos actuando de la misma manera; hombres trajeados, deportistas, chicas jóvenes, mujeres tambaleándose en sus tacones, abuelitos con la bolsa del pan... Sólo unos pocos, no se escondían de la lluvia. Pero lo más triste es que tampoco la disfrutaban. Vendedores ambulantes, buscando afanosamente un comprador entre los coches, en medio de la avenida. Los chicos de la calle, muchos de ellos, pobrecitos, insensibles a mucho más que a unas gotas de lluvia, seguían sentados en el pasto de la plaza, con sus rostros inmutables. Ví un solo tipo, que alzaba su rostro hacia el cielo, y dejaba que las gotas mojaran su piel. Delante y tras el muchas personas formaban una extensa fila. Era notorio que esperaban por una entrevista de trabajo. Ahí dejé volar mi imaginación tratando de captar o al menos de imaginar cuáles serían los sueños de toda esta gente tan diferente que deambulaba por la ciudad en hora tan temprana. Los que aguardaban formando esa fila, seguramente anhelaban comenzar el año con la seguridad de un respaldo, con la tranquilidad de haber conseguido un trabajo. Ufff... eran tantos, y seguramente uno solo sería el afortunado. ¿Quizás el hombre que no le temía al contacto de la lluvia? ¿Quizás el más mezquino y egoísta? ¿El más o el menos necesitado? Vaya uno a saberlo. Los tipos trajeados.. con qué soñarían? Quizás con cambiar el auto, o concretar ese negocio que traen entre manos para costear unas vacaciones diferentes? Los deportistas, seguro tras el éxito, ganar algún campeonato, una copa más para el aparador...? Las chicas jóvenes... pensarían en encontrar el amor.. o sólo algún tipo con guita? Las que se tambaleaban sobre sus tacones, con miedo a despeinarse ya tendrían alguna cita para consultar por alguna plástica, es que .. con tanta competencia... Sería el miedo que ellos demostraban a la lluvia, lo que me prohibía sentirlos auténticos... y no poder inventar para ellos sueños menos superficiales? Por qué, sí podía ver distintos a los abuelitos con la bolsa del pan, a los vendedores ambulantes y los chicos de la calle? Será mi afán por proteger a los más débiles? Veía a los abuelitos abrazando a su primer bisnieto, a los vendedores besando a sus hijos al llegar a casa, a los chicos de la calle soñando con el afecto que nunca tuvieron ... y entre todos ellos siempre aparecía el rostro de ese hombre que se exponía a la caricia de la lluvia, diciéndome que no rehuyera a las utopías, que la magia está latente cada instante, que los sensibles no estarán entre los derrotados, ese hombre, al que identifiqué conmigo, quizás el culpable... de que escribiera este texto.


Miércoles 29 de Diciembre de 1999.

1 comentario:

josé lopez romero dijo...

Recién termino de mandar mi trabajo al semanario y urgente fui a mi lista de favoritos. Con tranquilidad vine de una dama conocida que no me defrauda cuando la visito, siempre encuentro aquí una caricia al corazón que muy bienvenida es. No entiendo por qué nadie halló este texto tremendamente cálido y reconfortante. Gracias, amiga Patricia.